6 | LIBROS | 25 de agosto de 1999

La Escuela de las Hadas

Conrado Nalé Roxlo
Ilustraciones de Mónica Pironio.
Buenos Aires, Colihue, 1998.

Tapa de "La escuela de las Hadas"

La primera edición de La Escuela de las Hadas se remonta a 1954 en la pujante, por entonces, editorial Abril de Buenos Aires. El texto de Nalé Roxlo contaba con el enriquecimiento gráfico que le proporcionaban las ilustraciones del maestro Alberto Breccia. Años más tarde, la obra fue reeditada por Eudeba (la editorial de la Universidad de Buenos Aires) en una popular edición con dibujos de L. Halebian.

La Escuela de las Hadas es una novela corta que cuenta las andanzas de Cordelia, una niña pequeña que, en una escapada de su casa a la hora de la siesta, se pierde en el campo y así llega a una curiosa escuela.

La historia, pautada en capítulos, está narrada por el hermano de Cordelia:

Cuando se dio cuenta de que se había perdido, en lugar de asustarse por ella pensó en el disgusto que íbamos a tener nosotros. Y yo creo que en eso está el secreto de todo lo que le ocurrió después.

Lloró acordándose de toda la familia, sin olvidar al gato ni a mí, que siempre le tiraba de la trenza. Cuando se secó las lágrimas se encontró en un camino que antes no existía y que la llevó, cruzando un bosque, que tampoco existía antes, hasta la puerta de una casa de aspecto siniestro. La puerta y las ventanas estaban cubiertas de espesas telas, por las que se paseaban horribles arañas, y en el interior sonaban cadenas y una voz de ogro que decía:

¡Ah, que te como! ¡Ay, que te almuerzo!

Cordelia iba a escapar muy asustada cuando oyó la vocecita lastimera de un niño que gritaba:

—¡Socorro! ¡Socorro, que me come crudo!

Cordelia entonces hizo un gran esfuerzo para vencer su miedo y, cerrando los ojos, desgarró las telas de araña de la puerta y entró en la casa temblando heroicamente, pues ha de saberse que el verdadero heroísmo es el de quien, con miedo y todo, se atreve a hacer lo que corresponde.

Pero la casa resultó como una de esas frutas de cáscara amarga y corazón dulce, pues no bien hubo traspuesto la puerta se encontró en un gran salón de suaves colores, donde muchas niñas de resplandeciente belleza, sentadas en sillones de raso y terciopelo, la miraban sonriendo.

También le sonrió, entre su barba blanca que le llegaba a la cintura, un anciano de alto bonete y flotante túnica negra bordada de estrellas y lunas de plata y oro, que, con una tiza en la mano, estaba delante de un gran pizarrón. Le sonrió y le dijo:

Cordelia, has dado un brillante examen de ingreso al atreverte a entrar en esta casa para salvar al niño en peligro de ser comido. Quedas admitida como alumna regular en la Escuela de las Hadas.

¿Y el niño? preguntó Cordelia.

El viejo maestro la envolvió en una sonrisa burlona y Cordelia se puso colorada hasta la raíz del cabello ¡Bien había comprendido ella que allí nunca hubo ni ogro ni niño comestible, sino un truco mágico para probarla!

Ya en la escuela, siguiendo las enseñanzas del maestro-mago llamado Merlín, Cordelia y sus compañeras obtendrán el título de hadas en diplomas escritos en hojas de rosa.

La Escuela de las Hadas ya formaba parte del fondo editorial de Colihue en una edición más sencilla (Colección Libros del Malabarista, 1989) y merecía este homenaje al ser reeditado en una cuidada y bonita edición en cartoné.

Los chicos que aún no la han disfrutado y —por qué no— los adultos nostálgicos, tienen ahora una buena oportunidad para acercarse a (o reencontrarse con) una obra fundacional de nuestra literatura infantil.

Roberto Sotelo


Artículos relacionados:

Links