3 | LECTURAS | 14 de julio de 1999

Entrevista a Daniel Goldin, editor del Fondo de Cultura Económica de México

(Artículo y foto extraídos, con autorización de los editores, de la revista Babar, n° 23, septiembre de 1998.)

Cuando uno se cruza con él por la Feria de Bologna o la de Frankfurt, sólo cabe un saludo rápido y una mirada de complicidad: ha descubierto, antes que tú, un álbum maravilloso y se lo lleva puesto, contento como un niño que acabara de recibir un anhelado regalo.

La figura de Daniel Goldin, un editor entusiasta y convencido de su labor, parece que se fuera a quebrar por el peso de la ingente cantidad de libros que lleva en un brazo y el de la mochila, que para compensar, cuelga del otro. Embutido, haga frío o calor, en una gabardina mezcla de la del inspector Clouseau y la de Humphrey Bogart, Daniel prosigue su infatigable caminata por los stands de las más diversas editoriales en busca del tesoro: un nuevo álbum para su colección.

Director de las Colecciones infantiles y juveniles del Fondo de Cultura Económica, Daniel Goldin es un editor que cuida sus libros como un campesino portugués mima su tierra.

Babar: Daniel, ¿Cuándo aparece la colección de álbumes Los Especiales de A la orilla del viento y con qué libros?

Daniel Goldin: Publicamos los primeros cinco libros en noviembre de 1991, junto con 16 de la colección A la orilla del viento. En ese momento no recuerdo cuáles fueron los primeros exactamente. Si no me equivoco entre ellos estaba Gorila y Willy el tímido, ambos de (Anthony) Browne, La princesa y el pirata, de Teo Puebla y Alfredo Gómez Cerdá, y Halcón soy tu hermano, de Bird Baylor, un álbum que ha circulado poco por España. Quería publicar también Jumanji, pero no encontré ningún impresor dispuesto a afrontar ese reto técnico. De hecho tuvimos que imprimirlo en Italia.

Nuestra idea original era publicar una colección de libros singulares que mostraran la diversidad de propuestas estéticas en sentido gráfico y literario, de formatos e, incluso, de aproximaciones al concepto de lector. Creo que el espíritu que anima a la colección tiene mucho que ver con la alegría moral por la diversidad y con el mantenimiento de una cortesía fundamental con el lector. En otras palabras, no es sólo publicar libros raros o muy locos, como algunos han querido ver.

B.: Los álbumes de imágenes o ilustrados, a mi juicio, cumplen una función de educación estética; me refiero a los buenos álbumes, y son, en muchos casos, uno de los pocos objetos bellos con los que se relaciona el niño. ¿Cuál crees tú que es la importancia de este tipo de libros?

D.G.: Creo que son muchas. Una de ellas es la revaloración del lenguaje gráfico como un lenguaje con plenos poderes. Es algo sobre lo que hemos insistido mucho en el Fondo. Ante la andanada de comentarios de tantos promotores de la lectura sobre como la palabra ha perdido lugar frente a la imagen, nosotros respondemos que eso es sólo parcialmente cierto. Y que en lugar de lamentar la supuesta derrota de la palabra por la imagen habrá que empezar a tomarnos en serio la educación visual.

Creo que los álbumes, me refiero a los buenos, contribuyen a esto al trabajar creativa e inteligentemente la relación palabra e imagen. En nuestro catálogo hay algunos excelentes ejemplos.

Menciono otra razón más: el amor por el objeto libro. Todo lector que se precie de serlo tiene una relación placentera con el objeto libro. Tengo amigos que primero los huelen. Otros, los tocan. Destonzar un libro es un placer que la modernidad nos ha quitado. Esto es válido para todos los libros, pero es especialmente pertinente en el caso de los álbumes. Claro que la sola belleza del objeto no hace al libro bello. Por eso también apuntamos a la belleza literaria.

Una tercera razón. En nuestras culturas los álbumes suelen concebirse como libros para niños (cuando ya saben leer que dejen a un lado los monitos). En nuestra experiencia, muchos adultos agradecen con el mismo o mayor entusiasmo que los niños que les ofrezcamos un buen álbum. Libros como Zoom, o Los misterios del señor Burdick ¿son para adultos o para niños? Creo que una de las virtudes es que son para ambos solos y para que ambos compartan.

Claro, que para eso se necesita que la lectura y el trato con los libros en verdad sea algo valioso en la vida personal, algo que tenga cabida en el espacio cotidiano de la familia. En resumen, esta propuesta no se inserta dentro de una lógica del libro para niños como instrumento escolar. Esto es importante.

B.: ¿Existe en Latinoamérica, una tradición de álbumes del mismo modo que se da en Centroeuropa?

D.G.: Creo que en Latinoamérica hay diferentes tradiciones de literatura popular que se podrían empalmar con la producción de álbumes (por ejemplo, el papel que tuvieron los grabados en el periodismo y la propaganda política antes, durante y después de la Revolución Mexicana, específicamente el caso de Posada). Creo que ha habido muchos ilustradores destacados. Pero definitivamente no considero que tengamos una tradición comparable con la centroeuropea o la inglesa. Por lanzar una hipótesis que habría que matizar: en las tradiciones europeas el álbum es una variante de la cultura escrita. En Latinoamérica, una región con pautas de comunicación fundamentalmente oral, el lenguaje gráfico es una herramienta para paliar las carencias de una alfabetización todavía no asimilada verdaderamente.

B.: En España, este tipo de publicación casi ha desaparecido. Sólo vosotros y algunas pequeñas editoriales españolas, mantienen de una manera regular la edición de álbumes ilustrados. ¿A qué piensas que es debido esto?

D.G.: No conozco con profundidad el tema. No sé, por ejemplo, si hubo una época de esplendor como se puede leer entre líneas en la pregunta. En lo particular, creo que el problema es que es una línea de baja rentabilidad y altos riesgos y costos que, al ser comparada con otras, se rechaza por los editores. Esto tiene que ver con lo que a mi juicio es el mayor logro y el mayor problema de la industria editorial para niños en España: la escolarización de la lectura. Si te has acostumbrado a transitar por ese camino, los otros sectores parecen más escabrosos.

B.: No sé si existió, lo digo por tu duda anterior, una época de esplendor del álbum ilustrado en España, pero lo que sí sé, es que hubo un tiempo en el que la edición de álbumes de calidad era algo más frecuente que ahora, y además, estos libros se exportaban a otros países, pero bueno, éste es otro tema.

B.: Existen dos ilustradores en tu colección que tienen cada uno de ellos varios libros publicados, Chris Van Allsburg y Anthony Browne, éste segundo con más presencia. ¿Cuál es tu opinión sobre cada uno de estos artistas?

D.G.: Ambos me parecen ser justamente eso: especiales. Creo que los dos se han tomado muy en serio el arte de la creación de libros ilustrados (que es algo más que el arte de la ilustración). Ambos son autores e ilustradores y nutren sus búsquedas de artes mayores: la literatura y las artes plásticas, justamente para darle valor de arte mayor al libro ilustrado. Son numerosas las referencias literarias y pictóricas. Creo que ambos se han tomado su oficio como un escenario de retos. Creo que ambos tienen, de formas diversas, muy presente el arte de la cortesía. La más elemental de ellas es que sus libros siempre reciben al lector, y le ofrecen más, en la medida en la que su mirada busque o penetre más profundamente. Sus libros te sostienen la mirada y te invitan a volver a ellos.

Prosigo con los símiles. Los dos se han caracterizado por llevar una propuesta estética superficialmente realista. Es otra faceta de la cortesía, pero sobre todo una muy clara señal de que la creatividad y la modernidad no está centrada en la búsqueda de lo novedoso.

Anthony, a quien después de haber publicado cinco o seis títulos tuve la fortuna de conocer (lo he traído en dos ocasiones a México y lo he llevado a Venenzuela y Colombia con sendas exposiciones) día a día me parece una persona más extraordinaria. Tuve algunas intuiciones de esto al ver por primera vez sus libros. Después, al escucharlo hablar sobre ellos. Pero ahora que lo conozco con cierta intimidad, me doy cuenta que lo extraordinario de su propuesta proviene de su singularidad afectiva y perceptiva. La sutileza con la que él trabaja las referencias y convierte cada página en un escenario de claves, habla de una sensibilidad muy contrastante con la actual. Por eso su propuesta es tan vigente.

Van Allsburg es, además de un ilustrador sorprendente, un gran autor. Sus argumentos son realmente buenos, literariamente hablando. Es quizá más frío.

B.: Sé que es difícil de contestar pues, son muchos y buenos los álbumes de la colección pero, ¿cuál es tu libro preferido?

D.G.: Willy el tímido es uno. Fue una de las primeras decisiones claras, sin la mayor sombra de duda. Como quien dice un flechazo. Me lo mostró Carmen García Moreno y dije: sí, seguro. Debo confesar que mi respuesta no fue sólo como editor, ni siquiera como lector. Es algo mucho más profundo e íntimo, Willy no es un perdedor, como algunos quiere ver, ni un antihéroe. Sólo fíjate en su forma de vestir, Willy es alguien que encarna la vulnerabilidad (un valor a la baja en este mundo) con una dignidad encomiable. Sobra decir que es un libro que creí que estaba destinado a mí. Mi alegría ha sido mucho mayor cuando he descubierto en diferentes lados del mundo que hay muchas personas -gordos y flacos, niños y adultos, debiluchos y forzudos- que se sienten igual que yo.

Independientemente de ese libro, creo que En el desván, de (Satoshi) Kitamura es uno de los mejores álbumes que he visto. Algo así podría decir de Los misterios del señor Burdick.

Recientemente publicamos Vida de perros, de Isol. Es el primer libro de esta joven e inteligente autora argentina. Aunque algunas cosas no me convencen del todo (y ella es más tozuda que yo, lo que ya es decir) su propuesta me encanta y la siento muy próxima.

B.: Dime tres álbumes de editoriales españolas que te gustaría tener en tu colección.

D.G.: Creo que muchos de los títulos que ha publicado Ramón Besora (un editor de primera) son de envidiable belleza. Recuerdo en este momento los de Carme Solé sobre el Arcoiris ¡qué envidia! También el álbum sobre el cuerpo es una maravilla. Entre paréntesis, me alegra que haya alguien que tome riesgos y saludo a la editora de Kókinos, a quien no conozco.

B.: ¿Cuáles son los ilustradores españoles que más te interesan en la actualidad?

D.G.: Lo más interesante es el panorama general, su variedad y riqueza. Creo que hay muchísimo talento y, quizá, pocas oportunidades. Lástima

Podría mencionar al menos quince ilustradores de primera línea.

B.: ¿Cuál es la razón por la que hay tan pocos ilustradores latinoamericanos en su fondo?

D.G.: La nacionalidad de autores o ilustradores nunca fue nuestra principal preocupación. Tampoco creo que lo sea de los lectores. Nosotros hemos buscado la participación de autores e ilustradores originales (incluyo aquí a los españoles) fundamentalmente a través del concurso. Hemos publicado todo lo que nos parecía destacado o apropiado para el proyecto. Las puertas en este sentido están abiertas. Pero la gente tiene miedo de cruzarlas. Debo reconocer también que a veces no tenemos tiempo de atender con el esmero y cuidado necesarios a los autores e ilustradores. En este circo te toca ser, simultáneamente, payaso, león, domador, foca, publico, vendedor de golosinas y taquillero. Espero algún día poder dedicarle la atención debida al trabajo editorial. Creo que en el álbum la figura del editor es importantísima.

B.: ¿Cuál es la situación en estos momentos de la ilustración en México y Latinoamérica?

D.G.: Me parece que hay una lenta comprensión de que sólo mediante la profesionalización se logrará elevar la calidad. Pero hay pocas oportunidades profesionales para todos aquellos que quieren crecer trabajando. También poca exigencia. Una especie de pacto: tú haces como que me pagas, yo como que trabajo. Las raras, pero cada vez más frecuentes excepciones, rompen ese pacto. Son pioneros.

B.: ¿Existe algún tipo de protección administrativa en tu país hacia este tipo de libros?

D.G.: De alguna manera, en México toda la industria editorial (nacional y extranjera) está directa o indirectamente apoyada por el Estado. Los álbumes no reciben un trato particular.

B.: Para finalizar ¿en qué proyecto estás trabajando en el presente?

D.G.: El gran proyecto en el que estoy trabajando es alterar las condiciones estructurales del mercado para que el trabajo de editores, bibliotecarios, autores e ilustradores no sea tan cuesta arriba. Así concibo mi labor, aunque eso se vea muy poco (y por supuesto esté condenado al fracaso).

En el terreno propiamente editorial estoy trabajando en varias colecciones. Ya sabes, algunas a fuego lento, otras en el congelador y otras en el fogón principal. Desde la incorporación de Mauricio Gómez Morín al equipo me he propuesto dedicarle un mayor tiempo a la creación de un fondo propio. Todavía es un buen propósito.


Uno se queda con la sensación de que hay decenas de temas sin abordar, de que podríamos seguir charlando sobre mil y un aspectos de la edición de libros para niños y jóvenes. Daniel es un excelente conversador y cuando se trata de libros especialmente. Gracias a Dios, o al diablo, existen editores como él que hacen posible que la sorpresa salte de vez en cuando en un panorama en el que son más frecuentes los grises que los vivos colores de los álbumes.

Antonio Ventura

(Antonio Ventura es profesor y especialista en literatura infantil y juvenil. También se desempeña como editor y es el actual director de la colección de literatura infantil y juvenil Sopa de Libros, de la editorial española Anaya.)

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