1 | LECTURAS | 16 de junio de 1999

Las bibliotecas como bien público: El factor humano

por Javier Pérez Iglesias

Un análisis sobre el rol de la Biblioteca Pública en la sociedad. De la revista Educación y Biblioteca, Año 11, N° 97. Madrid, enero de 1999. Reproducido con autorización de los editores.

Nos acercamos al final del milenio envueltos en una revolución tecnológica que permite que la información viaje cada vez más deprisa indepedientemente de que ésta se presente en texto, imágenes o sonido. El mundo avanza en interconectividad y al mismo tiempo se producen nuevas formas de aislamiento. Las diferencias entre el Norte y el Sur son cada vez más profundas y la separación entre ricos y pobres crece. Dentro de nuestro mundo desarrollado los sectores marginales, toda esa población que llamamos pobres, quedan cada vez más aislados y no parece haber un proyecto económico y social que les tenga en cuenta.

Nuestra sociedad debe enfrentarse a un mundo cambiante marcado por los rápidos avances tecnológicos que suponen mucho más que cambios en los procedimientos. Los nuevos tiempos traen consigo daños sociales entre los que se encuentra el peligro de desintegración social. Podemos transmitir a través de las redes todo lo que queramos, pero no podemos cohesionar y dinamizar una comunidad a través de la red. Al menos si no existe un lugar en el que la gente se encuentre y se relacione. Cada vez tenemos más noticias sobre la incomunicación en las grandes ciudades o sobre conflictos raciales y culturales dentro de nuestras comunidades.

Los ancianos, los niños, las minorías, los menos pudientes económicamente, los extranjeros, los emigrantes, la gente sin recursos de información, quedan aparcados y apartados en un mundo en el que prima la individualidad.

Actualmente muchas personas han olvidado o perdido la noción de que hay un bien público general y que debemos pagar los servicios públicos de acuerdo con nuestros medios y no solamente por los beneficios directos que se deriven para nosotros.

Necesitamos bibliotecas como necesitamos parques, agua potable, aire puro, transporte público, educación, sanidad y otras manifestaciones de los servicios públicos que benefician a toda la sociedad y que, a pesar de lo que digan los adoradores del mercado, pueden aportar beneficios.

Las bibliotecas públicas, en cuanto instituciones flexibles y adaptadas a las necesidades de su comunidad, se convierten en parte activa para la construcción de una sociedad cívica.

El hecho de que sean lugares abiertos a todo el mundo y de que se pueda entrar en ellos sin necesidad de pedir permiso, les convierte en lugares privilegiados para la socialización.

Para muchísimos niños, tener un carnet de la biblioteca es la primera vía de ser reconocidos como ciudadanos individualizados. Es también mucho más. En una época en la que los movimientos de los niños están coartados por el miedo a su propia seguridad, la Biblioteca Pública representa un espacio, intermedio entre la escuela y la casa, en el que tienen libre entrada y pueden tener la posibilidad de relacionarse socialmente.

Hay muchas otras cosas que las bibliotecas pueden hacer por los niños. Muchas cosas que los niños necesitan y para las que no pueden esperar. Pueden, por ejemplo, recibir libros. En medio de este clima de locura tecnológica el libro sigue siendo la herramienta más interactiva que existe: activa la mente, la imaginación y afecta al corazón de la creatividad. Además, de momento, no tiene competencia en cuanto a calidad de resolución, es ligero, fácil de manejar y no demasiado caro.

Los niños también pueden encontrar en las bibliotecas seguridad, autoestima y atención. Todo esto está relacionado con lo que las bibliotecas contienen pero, muy especialmente, con el hecho de que existan bibliotecarias y bibliotecarios para quienes los niños y niñas son visitantes importantísimos, usuarios a los que se trata con educación, atención y respeto.

En las bibliotecas los niños pueden escuchar historias, a veces contadas por personas mayores que no necesitan equipamientos especiales, ni recursos extra de energía eléctrica ni softwares sofisticados. Y sin embargo estas personas mayores (abuelos y abuelas), tienen mucho que ofrecer en tradición oral, en capacidad de comunicación y en afectividad. Y los niños son estupendos receptores de todos esos bienes, tan valiosos, pero de difícil cuantificación.

Las bibliotecas pueden ser instrumentos de dinamización en sus comunidades. En las páginas de esta revista han aparecido numerosos ejemplos pero me gustaría referirme a la experiencia de la Biblioteca de Camas (Sevilla) y su Programa "La sirenita". A partir de una búsqueda bibliográfica común y corriente surgió la colaboración del equipo de la biblioteca con un grupo de danza contemporánea y con varios artistas locales. Se han organizado talleres, exposiciones, guías, etcétera, y se ha logrado que los usuarios de la biblioteca participen en actividades comunitarias (EDUCACIÓN y BIBLIOTECA, nº 90, mayo 1998, pp. 58-65).

Lo que quiero destacar, sobre todo, es esa capacidad de las bibliotecas para ayudarnos a viajar con la imaginación. Uno llega buscando cualquier cosa y gracias a esa bendición llamada "libre acceso" podemos hojear, leer ociosamente, pasar de un título a otro y de una materia a otra en un proceso no instrumental sino creativo, que nos aleja del apresuramiento y que tiene mucho que ver con esa sensación de paz y relajación que tantos usuarios valoran como una de las cualidades principales de las bibliotecas. Esta actividad que se denomina con el término inglés browsing, y que los anglosajones han estudiado y evaluado, es una de las cualidades de los servicios públicos de lectura que yo veo unida a otro de sus grandes valores: ser garantía de la libertad intelectual y de pensamiento.

Todos los documentos que podemos encontrar, hojear, leer, ver y escuchar en una biblioteca, están ahí (deben estar ahí) independientemente de lo apropiados que nos parezcan. En el espíritu que conforma la Biblioteca Pública, la libertad de pensamiento está celosamente protegida. Las ideas con las que no estamos de acuerdo, la expresión de las minorías, lo desdeñado, lo diferente, es lo que debemos proteger a toda costa.

En las grandes superficies de consumo cultural encontramos todas las novedades editoriales atractivamente expuestas, pero nada nos garantiza que doce meses más tarde esos libros, o productos, vayan a seguir allí (más bien tenemos garantizado lo contrario). En la biblioteca tiene cabida lo no comercial, lo poco conocido, lo experimental. En muchas localidades los artistas jóvenes (me remito de nuevo al ejemplo de Camas, entre otros) pueden utilizar la biblioteca como espacio para sus presentaciones, son centros de reunión para las personas inquietas y tienen unos objetivos más amplios que los de los establecimientos comerciales, marcados por la moda y el mercado.

Pero además, y esto es fundamental, las bibliotecas prestan, no venden. Y este espíritu que implica compartir (reciclar) es uno de los valores de las Bibliotecas Públicas, que va más allá de ofrecer servicios a quien no puede pagar por ellos.

El préstamo es muchas veces una forma de probar algo que luego compramos. Las bibliotecas pueden ser un campo de prueba para los consumidores culturales, para iniciarse en nuevos gustos, son una fuente libre y gratuita para la experimentación cultural que además respeta la individualidad. De esta manera cumplen un importante papel en la promoción de la independencia artística, la innovación y la diversidad cultural.

Pero volvamos al préstamo. Esta actividad tan "antigua", tan ligada a valores antiguos instalados y aceptados, coloca a las Bibliotecas Públicas en un campo nuevo e innovador con valores tan actuales y tan necesarios como son compartir recursos y reciclar. Tomar en préstamo cosas que no necesitamos comprar o poseer para siempre (por ejemplo libros caros de arte o álbumes ilustrados para niños que éstos ven con agrado una o dos veces y luego arrinconan).

Siempre habrá quien prefiera tener todos los libros que usa en propiedad, pero las Bibliotecas Públicas aseguran la posibilidad de elección entre comprar o tomar en préstamo y pueden ser un laboratorio en el que se desarrollen valores como compartir y reciclar. Las bibliotecas pueden hacer viva la máxima de que "hay cosas que no son de nadie y sirven para todos".

Naturalmente para que las Bibliotecas Públicas sean centros dedicados al préstamo, deben ser centros que adquieran. La relación entre nuevas adquisiciones y aumento en los préstamos está muy estudiada y sin que aquéllas sean garantía se convierten en condición sine qua non para éstos.

Este aspecto convierte a las bibliotecas en instituciones con una capacidad de compra que no valoramos debido a la descentralización con la que se trabaja. Pero las bibliotecas pueden ser grandes empresas que hagan valer su capacidad de compra.

Por otro lado podemos ver una estrecha relación entre el número de préstamos de las bibliotecas activas y las ventas en las librerías. Aún más, en Inglaterra hay estudios sobre la reactivación que han experimentado centros comerciales en los que se ha instalado una Biblioteca Pública. Los dueños de las tiendas han comprobado el descenso en las ventas los días que la biblioteca cerraba o acortaba su horario.

Las Bibliotecas Públicas en cuanto conocedoras del mercado cultural, y en cuanto centros de gran poder adquisitivo, tienen un campo abierto hacia el futuro en la cooperación con editores, distribuidores y libreros, tanto del sector público como del privado.

Las bibliotecas representan el derecho al conocimiento. Éste no es sólo un derecho intelectual, es también un derecho social. "Conocimiento es poder", este cliché contiene verdades y mentiras. Hay poder en el conocimiento e impotencia en la ignorancia (no lo dudamos); pero el conocimiento no puede detener a los tanques ni desviar las balas.

El poder del conocimiento al que nos referimos deriva de la habilidad para conocer mejor el mundo, saber más sobre nuestras circunstancias particulares y saber lo que otros han hecho cuando las circunstancias en sus vidas fueron similares.

Hay muchos testimonios (biografías y entrevistas) que nos hablan de personas con éxito, entendamos el éxito en un sentido amplio, que cuando eran jóvenes se sintieron diferentes (por ser tímidas, tener inclinaciones artísticas, ser gays o lesbianas, ser empollonas o estudiosas, o simplemente por sentirse superadas por los esplendores y miserias de la vida) y estas personas encontraron en la biblioteca de su barrio o pueblo un lugar de refugio y consuelo. Los libros y recursos que ofrecen las Bibliotecas Públicas pueden aminorar el sentimiento de soledad, dar valor a la diferencia y hacer que la vida sea digna de ser vivida. Además, todos esos documentos se ofrecen sin juicios de valor y sin restricciones.

Desde mi punto de vista, uno de los principales valores sociales de las bibliotecas se puede encontrar en esas historias de gente joven infeliz, que salieron adelante en parte por el consuelo del conocimiento que encontraron en las bibliotecas.

Por encima, o por debajo, de esa superficie de orden, organización, quietud y tranquilidad que podemos encontrar en cualquier Biblioteca Pública de cualquier lugar del mundo, está el impulso anárquico (anarquía como libertad y autoorganización) que alimenta la creencia de que en cualquier momento nuestras vidas pueden cambiar.

En España no existe un debate social sobre las Bibliotecas Públicas. Las decisiones que se pueden tomar sobre ellas están en manos de personas que han crecido sin bibliotecas y que, en muchos casos, ven con disgusto algunos aspectos de los cambios sociales en los que estamos inmersos. Por eso es urgente que exista un movimiento de apoyo a las Bibliotecas Públicas que promueva una institución más dinámica y moderna, que cree opinión, dé otra imagen entre las generaciones jóvenes y proclame su modernización cultural con orgullo más que de una forma defensiva y evasiva.

Las bibliotecas deben adaptarse a una sociedad en transformación y sacar provecho de su amplio bagaje (no sólo el propio de nuestro país, que no es muy rico, porque otra de las características que han acompañado históricamente a los bibliotecarios es el internacionalismo). Las bibliotecas tienen asegurado un largo futuro si son flexibles, anticipadoras y experimentales.

El conocimiento y la interacción con su comunidad, la organización del trabajo centrándose en sus usuarios (y en sus no usuarios), la planificación, son valiosos instrumentos que nos van a ayudar en el camino. Es importante que para este viaje ampliemos nuestros contactos y ganemos aliados. Será muy interesante que conquistemos a miembros de otras profesiones para nuestro campo, por ejemplo para la gestión. Pero la dirección, el camino, lo deben marcar mujeres y hombres que se dediquen con devoción a las bibliotecas. Éstas son instituciones culturales y en ellas tiene un peso enorme el factor humano.


Javier Pérez Iglesias es licenciado en Geografía e Historia, especializado en Historia Moderna por la Universidad de Cantabria. Actualmente es Director de la revista Educación y Biblioteca.

Educación y Biblioteca:

 

Príncipe de Vergara, 136, Oficina 2da.
28002 Madrid
España
Tel. (91) 411 1783 Fax: (91) 411 60 60

E-mail: edubibli@mad.servicom.es


Artículos relacionados:

Animación a la lectura, por Blanca Calvo

Revista Educación y Biblioteca, Año 11 - N° 104

Revista Educación y Biblioteca, Año 11, N° 105

Poesía y Bibliotecas